viernes, 22 de enero de 2010
No detendremos a nigun nino de ser salvado
La pierna de la pequeña de cinco años Mana Morin Perrett está destrozada, un tercio de sus compañeros están muertos y el orfanato donde vivía se derrumbó. Ella es uno de los niños haitianos que debe comenzar una nueva vida en Francia.
Save the Children y World Vision, entre otras, temen que en el apuro por salvar niños como Mana, las adopciones vía rápida rompan familias para siempre y generen niños deprimidos y desarraigados.
"No detendremos a ningún niño de ser salvado", indicó la protectora de la infancia Mayi Garneadia-Oerre, del orfanato de Mana, donde 58 de los 132 niños murieron en el terremoto.
Sin embargo, advirtió de que las adopciones post-terremoto terminarían por romper los lazos familiares aún existentes.
"Porque cuando el niño crezca, a los 15 años, tendrá una enorme necesidad por claves de su identidad. No es un abuso tal como se lo conoce, pero es abusivo en el sentido de que se produce una ruptura permanente. Es necesario mantener los vínculos", agregó.
Unicef recomendó el jueves que se "congele" toda nueva adopción en Haití durante la "fase de urgencia", para intentar primero reunir a los niños con sus familias. Se mostró de todas formas favorable a que salgan del país los niños cuyo proceso de adopción ya está casi terminado.
Algunos Gobiernos occidentales y sus eventuales familias adoptivas argumentan que el desastre humanitario es tal que cualquier niño que pueda volver a empezar en un país con mejores perspectivas y atención médica debería tener la oportunidad.
En medio del debate se encuentran niñas como Mana, cuya historia ilustra el dilema y las contradicciones de un problema sumamente complejo.
El jueves por la mañana Mana dormía en una cama improvisada en un hospital de campaña levantado por los franceses en el patio de la escuela superior de Francia en Petionville, Puerto Príncipe.
Su cabeza descansaba en el regazo de una joven enfermera, que le cura las heridas. Tiene cicatrices en la cabeza y cortes en el cuero cabelludo.
Es muy pequeña para sus cinco años. Sus piernas están cubiertas de gasas, ambas están fracturadas y una está completamente aplastada. Los doctores sostienen que quedará marcada de por vida y que probablemente no vuelva a caminar con normalidad nunca más.
Se desperezó y despertó. No sonreía y permaneció en silencio. Se le explicó lo del colapso del orfanato. Ella no habla del tema. Durante la visita de AFP, no dijo una palabra y solo emitió un quejido.
Al principio miró sorprendida, pero cuando los doctores terminaron la ronda y se vio rodeada de un amplio grupo de periodistas y médicos, su cara se contrajo con una expresión de inmensa tristeza y dolor. Lucha para llorar. De sus ojos no brotan lágrimas.
Finalmente es aupada por un fotógrafo. Luego acepta tomar agua de manos de un médico, pero se niega a comer. En su lugar ofrece su galleta al periodista.
La adopción de Mana estaba en camino antes del terremoto. Francia es uno de los tantos países que aceleró los procesos. Ella no lo sabía, pero más tarde, ese mismo día, iba a viajar a Guadalupe.
Sus compañeros de juegos en el Orfanato de Nuestra Señora de la Natividad, en los suburbios al oeste de Puerto Príncipe, aún no tienen la oportunidad de ser adoptados.
Uno de ellos, compañero de Mana, llamado Reubens, había sido aceptado por una familia en Angers, centro de Francia. Pero murió entre las ruinas.
Evelin Louis-Jacques, que dirige el "orfanato" desde hace ocho años, explica que en realidad, ninguno de los niños allí perdieron a sus padres. Las familias pobres pagan una pequeña suma para que los cuiden.
"Yo los llamo huérfanos económicos. Todos ellos serán adoptados por Francia", le dijo a AFP sobre 74 niños que juegan a la sombra de unas palmeras.
La comunidad internacional tiene ahora la decisión sobre el futuro de estos niños.
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