domingo, 1 de noviembre de 2009
El peligroso "serrucho del abuelo"
El peligroso “serrucho del abuelo”
No es una fiesta sorpresa. Es una mezcla de alcohol y pastillas que los jóvenes pueden hallar en su propia casa. Y la tendencia va en aumento
Por jose Concepcion
Si alguna vez escucha a su hijo adolescente hablar sobre el “serrucho del abuelo”, no lo tome a broma, preste un poco más de atención. Y descarte que está organizando una fiesta sorpresa para el jerarca de la familia.
Se trata de una modalidad que está tomando auge entre los adolescentes boricuas y que, según información publicada en Internet, está de moda entre jóvenes en Brasil, Argentina, México y Estados Unidos. En vez de llevar bocaditos o refrescos, cada amigo llega con una de las pastillas que le han recetado al abuelo o a algún familiar y a las que tiene acceso en el botiquín de su hogar. Desde medicamentos para el tratamiento de enfermedades mentales, ansiedad y dolor agudo, hasta los que se usan para tratar el déficit de atención. Entre ellos, Valium, Xanax, Percocet, OxyContin y Ritalin.
“Algunos se toman una o dos pastillas y luego ingieren alcohol. O se juntan todas, se trituran y se echan en un envase para mezclarlas con vodka y jugo de cranberry. A veces también se echan diferentes tipos de bebidas alcohólicas”, cuenta una joven de 16 años, es tudiante de un colegio privado del área metropolitana, quien pidió anonimato. Cuando no hay suficientes medicamentos recetados, cuenta, se completa la mezcla echando Tylenol o Panadol PM, jarabes para la tos y antihistamínicos.
La adolescente afirma que nunca se ha atrevido a probar esa “bomba” porque ha visto a niños de su edad que se ponen “como locos” después de tomar el mejunje pero más tarde “parecen zombies y al otro día no recuerdan nada”. Acepta que una vez ella mezcló alcohol con una conocida bebida energizante y que, aunque al principio “fue chilin”, la sensación fue demasiado fuerte.
“Me puse bien nerviosa, el corazón se me quería salir del pecho y no me podía estar quieta. Luego de un rato me dieron ganas de gritar y gritar y no paré hasta que casi me quedo sin respiración”, recuerda la espigada jovencita.
Pero hay más. Como es una fiesta donde no se supone que haya alcohol, alguien se encarga de hacer el coctel previamente y traerlo en un envase de una bebida conocida. Por ejemplo, en un frasco de cranberry.
Sin embargo, el uso de medicamentos recetados y alcohol no se limita a las fiestas. Es común, según la joven, que algunos estudiantes lleven en sus bultos un termo con jugo mezclado con alcohol. “He visto en el baño a niñas tomando alcohol y pastillas y después en la clase se ponen bien incordias”, agrega.
Combinaciones letales
“El cielo es el límite con respecto a la imaginación de los jóvenes a la hora de mezclar substancias y alcohol”, dice el psiquiatra Víctor Toraño, especialista en adicción y asesor de tratamiento en la Administración de Servicios de Salud Mental y Contra la Adicción (Assmca).
“Esas mezclas provocan, en una primera etapa, un estado de euforia y desinhibición total”, apunta Toraño. Pero cuando la euforia se desvanece, ocurre lo que los chicos llaman el bajón o “down”, que es una fuerte tendencia a la depresión. Durante la etapa eufórica suelen incurrir en conductas de riesgo, como manejar a alta velocidad o agredir a otros, poniendo en riesgo su propia vida y la de terceros. Según el experto, muchos niños también optan por usar medicamentos sin receta (conocidos como ‘over the counter’ u OTC), porque creen que no son dañinos a la salud, además de más económicos.
“Pero, por ejemplo, el Tylenol PM y el Panadol PM contienen un medicamento que se llama ‘diphenhydramine’ que tiende a causar sedación y, al mezclarse con alcohol, aumenta el efecto”, explica Toraño, quien destaca que también hay otros remedios, como los que se utilizan para la tos, que pueden tener efectos estimulantes y hasta causar alucinaciones al mezclarse con alcohol.
De hecho, según la presidenta del Colegio de Farmacéuticos, Julie Hurtado, los jueves, viernes y sábados la venta de medicamentos OTC se dispara. “Vivimos en una sociedad donde hay un culto al alcohol y esto, mezclado con medicamentos o drogas tiene unos efectos muy dañinos en la salud”, afirma Hurtado.
Con el fin de atender esa situación, la Cámara de Representantes aprobó esta semana una medida para multar a cualquier conductor que maneje un vehículo de motor con más de .02% de alcohol en la sangre. El proyecto necesita el aval del Senado y el gobernador Luis Fortuño.
Igual de preocupante es el creciente uso de medicamentos recetados a que los jóvenes tienen acceso en sus casas, asegura Toraño. Entre ellos, destaca tres grupos -los sedativos o depresores del sistema nervioso central, los opioides (los más parecidos a la heroína) y los estimulantes. Entre los sedativos se encuentran medicamentos como Xanax -que en la calle llaman palitroque o pali-, Ativan o Valium, tres de los más populares entre los jovencitos.
“Y con la situación de salud mental que tenemos en Puerto Rico, es muy probable que muchas familias tengan ese tipo de medicamento en la casa”, sostiene.
Estas medicinas, mezcladas con alcohol, pueden producir sedación severa y deprimir la respiración y el ritmo cardiaco lo que podría ser mortal, asegura la psiquiatra Arlene Martínez Nieto, directora de la Unidad de Adolescentes del Hospital Panamericano, en Cidra.
Los opioides o narcóticos -como morfina, Percocet (que los jóvenes llaman perco), Demerol y OxyContin-, que se recetan para el dolor, afectan las regiones del cerebro que controlan lo que se percibe como placer. Por eso, pueden causar euforia al principio. Pero al combinarse con alcohol producen sedación y depresión respiratoria, que pueden poner en riesgo la vida del usuario, explica Martínez Nieto.
“Te puedes ir hasta en un paro respiratorio. Son de frecuente uso en niños que usan drogas ilegales y cuando no tienen dinero o están calientes en la calle, los usan porque los consiguen más fácilmente en sus propias casas”, agrega la psiquiatra, quien destaca que el uso a largo plazo, puede llevar a la dependencia física. Y si se dejan de usar abruptamente, aparecen los síntomas del síndrome de abstinencia.
En la tercera categoría están los medicamentos estimulantes. Algunos de ellos se usan para tratar el déficit de atención, como el Ritalin o las anfetaminas para el tratamiento de obesidad mórbida, por ejemplo. Según la literatura médica, los estimulantes aumentan la agudeza mental, la atención y la energía. Pero la mezcla con alcohol produce aumento en la presión arterial, la frecuencia cardiaca y la frecuencia respiratoria.
Cabe resaltar que los medicamentos recetados, como los analgésicos, tranquilizantes, estimulantes y sedantes, son herramientas terapéuticas sumamente útiles, destaca Martínez Nieto. El peligro estriba, agrega, cuando se utilizan de forma irresponsable.
“La mayoría de las personas que toman medicamentos de prescripción lo hacen responsablemente. Sin embargo, el uso inapropiado o no médico de estos medicamentos es un asunto de gran preocupación en el campo de la salud pública”, señala Martínez Nieto.
Según el doctor Juan González, director del Departamento de Medicina de Emergencia del Hospital de la Universidad de Puerto Rico, en Carolina, durante los fines de semana reciben en la sala de emergencias entre ocho y diez jóvenes que han mezclado alcohol y medicamentos o drogas ilegales. Pero durante un fin de semana largo, o cuando hay peleas de boxeo, son muchos más.
“A muchos los traen porque los han encontrado inconscientes, otros llegan en un estado mental alterado o agresivo”, afirma González, aunque señala que en ese hospital no se hacen pruebas toxicológicas para determinar si el paciente ingirió algún tipo de droga que se pueda detectar en la orina. Pero destaca que muchos aceptan haber ingerido algún tipo de medicamento ansiolítico como Xanax o Valium.
De hecho, según Martínez Nieto, se trata de una situación que va en aumento, al punto de que se están viendo niños de hasta diez años con problemas.
“Ellos hablan de sentirse ‘arrebataos’, ‘chilin’ y en ‘high’. Dependiendo de lo que mezclen, se les acelera el corazón, les da mucha energía y se sienten más contentos y eufóricos, desarrollan algún tipo de grandiosidad”, explica la psiquiatra pediátrica, tras destacar que también desarrollan problemas de arritmias cardíacas e insomnio, entre otros efectos secundarios.
El alcohol también puede aumentar el riesgo de lesiones de la mucosa gástrica, además de prolongar el tiempo de hemorragias cuando se ingiere conjuntamente con analgésicos-antiinflamatorios como la aspirina, apunta Martínez Nieto. Un ejemplo que pone la psiquiatra es el uso de medicamentos para tratar el déficit de atención.
“Para un niño con ese trastorno, un medicamento como Ritalin logra enfocarlos, mantenerlos menos hiperactivos, más centrados y mejora sus funciones cerebrales. Pero si lo usa un niño que no lo tiene, dicen que el medicamento los ‘embolla’ y los ‘arrebata’”, explica Martinez Nieto.
Precisamente, se dice que muchas veces es el mismo niño que tiene el trastorno de déficit de atención el que contrabandea el medicamento entre sus compañeros.
Una bomba de tiempo
Una de las principales preocupaciones, dice Hurtado, es el acceso que tienen los adolescentes a los medicamentos en sus propias casas y los efectos dañinos a la salud a temprana edad.
“Hemos caído en un punto donde la automedicación está por la libre”, dice Hurtado, quien cree que tampoco ayuda que en el mismo sitio que se vende alcohol también se puedan conseguir medicamentos OTC.
“Lo que tienes ahí es un tremendo coctel, una bomba de tiempo. Es algo que las autoridades deberían llamar la atención, porque eso también se traduce en accidentes de tránsito”, advierte Hurtado. La farmacéutica subraya que una persona ebria, con el sistema nervioso deprimido, que usa un medicamento estimulante puede enmascarar esa depresión y seguir consumiendo hasta alcanzar niveles mucho más elevados y por lo tanto, más peligrosos.
Según datos de la Comisión de Seguridad en el Tránsito (CST), el consumo excesivo de alcohol está presente en el 40% de las muertes por accidentes en las carreteras de Puerto Rico.
De hecho, según el inspector Miguel Rosado, director del Negociado de Tránsito de la Policía, hasta el pasado 15 de octubre habían muerto en las carreteras 282 personas, de las cuales 112 habían hecho uso de alcohol. Y aunque el uso de medicamentos no se refleja en estas cifras, en las intervenciones que hacen y arrestan a jóvenes por guiar en estado de embriaguez, han encontrado muchos tipos de medicamentos y bebidas energizantes dentro del auto.
“Generalmente son jóvenes entre las edades de 20 a 29 años”, indica Rosado, tras señalar que es el grupo de edad que más están muriendo en los accidentes viales.
Según la más reciente encuesta Consulta Juvenil, realizada por Assmca sobre el uso de substancias entre los escolares puertorriqueños para los años 2005 y 2007, el 4.8% de los estudiantes de séptimo a duodécimo grado admitieron haber utilizado medicamentos recetados que no eran de ellos. También aceptaron haber asistido borrachos a la escuela (6.6%), manejado un automóvil luego de ingerir alcohol (6.8%) y haberse montado en un vehículo con un chofer alcoholizado (26.6%).
Además, reconocieron haber faltado a la escuela tras ingerir alcohol (4.3%), haber enfrentado problemas con la policía (2.6%) y padecer de síntomas de abuso y dependencia al alcohol (19.4%). Según los resultados, el alcohol continúa como la sustancia más usada entre menores -casi en igualdad de géneros entre varones (56.2%) y féminas (56.3%).
El estudio de Assmca también encontró que el 53.2% de los jóvenes dijo que bebió con sus padres y que, a pesar de que está prohibida la venta de bebidas alcohólicas a menores de edad, la adquieren sin problema alguno en comercios, pubs, gasolineras y discotecas.
El problema no es único de los estudiantes de escuelas públicas o de grupos sociales marginados. Afecta de igual forma a jóvenes de clase media, media alta y alta y a niños en colegios privados.
“Esto no discrimina, afecta a todas las clases sociales. De hecho, pasa aún en hogares donde los padres creen tener un buen control sobre sus hijos. Lo que pasa es que tienen acceso fácil a los medicamentos en sus propias casas y hacen uso de ello”, agrega la doctora Martínez Nieto.
Problema multifactorial
Según información publicada por el National Intitute on Drug Abuse (NIDA), el riesgo del abuso de drogas, alcohol o medicamentos recetados aumenta tremendamente durante los períodos de transición, tales como un cambio de escuela, una mudanza o un divorcio.
Además, durante la primera etapa de la adolescencia, cuando pasan de primaria a intermedia, los jóvenes se enfrentan a nuevos retos sociales y académicos. Y con frecuencia, en este período, los niños están expuestos por primera vez a sustancias de abuso, como los cigarrillos y el alcohol. A eso se suma que, cuando ingresan a la secundaria, encuentran mayor abundancia de drogas y actividades sociales en donde otros niños ya la usan.
Para Martínez Nieto, también se trata de un problema donde la familia juega un papel muy importante. “Muchas veces, los papás también modelan este tipo de comportamiento. Ahora mismo todo lo resolvemos con tomarnos un medicamento, hasta para lidiar o manejar las emociones”, agrega la psiquiatra. Añade que los niños crecen viendo a los padres consumiendo bebidas alcohólicas y creen que es algo normal.
De hecho, la mayoría de los jóvenes cree que los medicamentos con receta son más seguros y menos adictivos que las drogas ilegales, dice Martínez Nieto. Después de todo, se trata de medicamentos que sus familiares usan. “Pero tomar una medicina de manera diferente a la recomendada por el médico es muy peligroso, más aún si se mezcla con alcohol”, advierte.
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