miércoles, 29 de abril de 2009

No mas besos y mucho menos abrazos

Se acabaron los besos y abrazos en México
Ciudadanos toman medidas de precaución ante el brote epidémico


MEXICO - Se acabó el saludar con un beso o un afectuoso abrazo como se acostumbra en México nada más llegar a la oficina cada mañana; al menos, mientras dure el brote epidémico de gripe porcina, que suma 7 muertos confirmados pero tiene pendiente de comprobación más de 140 fallecimientos.
La capital, Ciudad de México, parece un gigantesco quirófano, porque la gran mayoría de sus habitantes caminan por las calles -los que se atreven a salir- con mascarillas de tela o "tapabocas", como si fueran cirujanos en plena faena, para esquivar el contagio.
Súbitamente, no parece tan extraño que la persona a la que se saluda oculte su boca y nariz. Como mucho, uno se fija en el color o en el tipo, por si es mejor, y anota mentalmente que debe comprarse una como esa para estar más protegido.




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Hay quien personaliza su "tapabocas" con una sonrisa, un hocico de cerdo o una frase chistosa. Todo vale para distraer la atención del peligro que al principio nadie tomaba en serio.
El producto más consumido, junto a las mascarillas, los guantes de látex y las toallitas higiénicas son los geles antimicrobios, por la recomendación de lavarse las manos lo más frecuentemente posible.
Con cines, teatros y cafés cerrados y los restaurantes ofreciendo sólo comida para llevar, la bulliciosa vida de la metrópoli deja de latir y los ciudadanos se recluyen en sus casas en espera de que pase la tormenta vírica.
"Llevo fatal el enclaustramiento, estoy aburrida, no hay nada que hacer, no hay donde salir y si sales es con un poco de miedo", dijo a Efe Diana, una joven que lleva desde el sábado en su domicilio. Ocupa su tiempo en leer y ver películas. "Internet es una gran salvación en estos momentos", confiesa.
"Los efectos del encierro son fundamentalmente ansiedad e irritabilidad", afirmó el psicólogo mexicano Hugo Villalobos, atrapado también en la gran ciudad como sus conciudadanos.
"La gente acabará saliendo de cualquier forma, no creo que pueda llegar a ser algo preocupante, la ansiedad que se genera es de mediana intensidad en el peor de los casos", añade.
Sí es cierto que la gente está más preocupada, "viendo ante sí los efectos de toda esta crisis, sobre todo económicos", opina.
Ayer pasó consulta como cualquier otro día, pero curioso por ver si sus pacientes le saludaban con la mano. Sólo dos lo hicieron.
"La gente se ha adaptado bien a la falta de saludos de beso y mano, nuestra prevención de riesgo se impone a cualquier costumbre por arraigada que sea ésta", refiere.
La habitual calidez mexicana, grandes abrazos acompañados del "me da mucho gusto verte"- sólo mutaría si las precauciones por la gripe porcina se extendieran mucho tiempo.
En caso de que el brote se prolongue en el tiempo, es posible que los comportamientos sociales evolucionen hacia una menor intimidad física, "lo que no es necesariamente algo malo", apunta Villalobos.
El especialista descarta también casi por completo que el aislamiento provoque casos de "fiebre de cabaña" o episodios de locura producidos por la soledad prolongada.
Aunque la epidemia no los ha tocado, los que peor lo llevan son los niños. La euforia inicial por la suspensión de clases -decretada hasta el 6 de mayo- se tornó en interminables horas encerrados en casa, aburridos.
Andrea, de 3 años, espera todos los días junto a la puerta a que sus padres lleguen de trabajar para llevarla al parque. "Para ella las clases son todo juegos, y ahora que está en casa se aburre", apunta su padre Andrés, unas horas antes de acudir a su cita ineludible con los columpios.
Los novios deben elegir si se fían lo suficiente del otro para intercambiar saliva, o, bajo la sospecha de que el enemigo pueda estar en casa, refrenar sus instintos en espera de una mañana sin virus: es el amor en los tiempos de la gripe porcina.
"Sabemos que ninguno de los dos está infectado, así que por qué abstenerse de tal placer?", apunta Gabriel, que pasa unos días junto a su prometida al sol de Cuernavaca, una pequeña ciudad a una hora y media de Acapulco.
Muchos, sin duda, aprovecharán el puente de mayo (por primera vez sin manifestaciones obreras) para escapar hacia las playas, y olvidarse unos instantes de la fiebre que calienta su ciudad.

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