jueves, 25 de febrero de 2010

Raul y Fidel durmieron el martes




Fidel, Raúl... ¿qué tal durmieron el martes pasado?
La muerte de Zapata Tamayo indigna tanto como la inmoral soberbia de los hermanos Castro

POR Jose Concepcion / PERIODISTA
Sé que las preguntas son retóricas: Fidel y Raúl Castro nunca leerán estas líneas pero, por otro lado -pienso ahora-, es muy probable que sí lo haga alguien que tenga un amigo que tenga un conocido que sea amigo de los hermanos, quizás alguno de los cubanos que veneran la revolución pero que viven aquí, en Puerto Rico, con todos los privilegios del “imperio”.
Si es así y me hacen el favor, les agradeceré que transmitan las preguntas a La Habana: Fidel y Raúl, ¿hasta cuándo?, ¿cuánta sangre más necesitan?, ¿cuántas muertes más?, ¿cómo le hacen para conciliar el sueño desde hace medio siglo?, ¿qué tal durmieron el martes pasado?
La muerte del preso político Orlando Zapata Tamayo -un humilde albañil cuyo único “delito” real fue aspirar a una vida y a una libertad que los Castro confiscaron al pueblo cubano hace poco más de medio siglo- se convierte en el episodio más reciente de la larga y tortuosa historia escrita por un régimen entronizado en la transgresión perpetua de los valores elementales de la naturaleza humana.
La marea de indignación que ha provocado el deceso de Zapata Tamayo -tanto en el contexto individual como a nombre de naciones- tuvo ayer como contrapunto la patética reacción oficial del Gobierno de La Habana, cuya lastimosa y desgastada retórica apenas alcanzó a Raúl para mentir una vez más, al decir que “lamentó” el deceso y que en Cuba “no existen torturados, no hubo torturados, no hubo ejecución”.

Las dictaduras -las oficiales y también las disfrazadas como democracias- tienen una patética noción de la realidad, anclada a la falsa premisa de sus jerarcas de que la mayoría de la gente es imbécil y que, por eso, sus mentiras se convierten automáticamente en verdad o que, al menos, adquieren credibilidad.
El añejo -y más que mustio- discurso del castrismo ha estado subordinado a este credo y con él Raúl Castro intentó, una vez más, defender lo indefendible, atrincherado en el divorcio irreconciliable de la sinrazón de sus palabras y la contundencia de la realidad.
El deceso de Zapata Tamayo sucedió sólo unas horas antes de que el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, llegara a La Habana para una visita oficial, que tuvo como preludio la petición de parte de 50 presos políticos cubanos para que -con el argumento de sus buenas relaciones con los Castro- intercediera ante ellos para su libertad. La misiva -dicen- mencionaba expresamente el caso de Zapata Tamayo.
Pero de eso ni una palabra de parte de Lula da Silva, quien ignoró la súplica y se concentró en los objetivos de su agenda: reiterar su compromiso con la revolución de los Castro y confirmar su intención de dar una mano para apuntalar la maltrecha economía cubana.
Por otra parte, no menos indignante es que miembros del Gobierno cubano esgriman en sus discursos argumentos como el del embajador de Cuba en El Salvador, Pedro Pablo Prada, quien ayer por la tarde declaró que la Unión Europea no tiene “moral” ni le concierne opinar sobre el deceso de Zapata Tamayo.
“La UE no tiene la más mínima moral para preocuparse por cuestiones, primero que no le conciernen, que son del ámbito interno de la política cubana o de la vida cubana”, dicen que dijo.
Al heraldo de mis preguntas le pido por favor que incluya también estas dos: ¿Qué noción de moral tiene ese estúpido? ¿Qué noción de moral tienen los hermano Castro?
Al final, no me cabe duda de que la desgracia más terrible es para ellos, para Fidel y Raúl: cada cual tiene que vivir consigo mismo. Y sólo por eso ambos son dignos de compasión... y de un poco de lástima.

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