viernes, 19 de junio de 2009

En 3 y 2 Livan Hernandez















En 3 y 2 Liván Hernández
El millonario jugador no ha explicado aún qué nexos tiene -si alguno- con el presunto narcotraficante “Ángelo Millones”


Cuando Liván Hernández abrió en el 2005 su estado bancario para probar su capacidad como nuevo apoderado de las Vaqueras de Bayamón del voleibol superior, sus números eran similares a los de un millonario de las Grandes Ligas.
Realmente lo era: millonario y lanzador del circo grande. Su contrato entonces era de $8 millones anuales.
Además, demostró en varias ocasiones su poder económico, más allá de las obligaciones como apoderado.
Sin embargo, la notoriedad de Hernández dio un giro de 180 grados esta semana tras ser vinculado con el presunto narcotraficante Ángel Ayala Vázquez, alias “Ángelo Millones”.



Un “strike force” de agentes federales y estatales confiscó el martes pasado varias propiedades del presunto narcotraficante, valoradas en millones de dólares, incluidos un auto Lamborghini -que tiene un costo aproximado de $280,000- y un apartamento en el condominio Millenium, en San Juan.
Se alega que tanto el lujoso vehículo deportivo como el apartamento están registrados a nombre de Hernández, quien al presente lanza para los Mets de Nueva York. No obstante, el pelotero oriundo de Cuba no ha sido vinculado al narcotráfico.
Hernández, quien lanzaba anoche en Baltimore, no contestó el mensaje que El Nuevo Día le dejó en su celular.
En el 2004, previo a debutar como apoderado del voleibol superior femenino, Hernández jugaba aquí con los Expos de Montreal -que usaban el Hiram Bithorn como su sede en varias series- y compró una página entera de este diario, a un precio de $6,240, para hacer una declaración de amor a una conocida jugadora de voleibol. Meses después incurrió en el mismo gasto para el mismo propósito.
En 2005, Hernández adquirió la franquicia de las Vaqueras por $180,000, según supo El Nuevo Día. Ese alegado precio de compra fue generoso para un equipo competitivo al momento, pero de poca tradición y fanaticada.
Quien le vendió la franquicia, Martín Rosado, no confirmó el precio de la venta, pero sí dijo que la transacción fue realizada con cheques de un banco de Estados Unidos. “Eso sí lo puedo garantizar. No hubo nada de cash”, dijo Rosado.
Durante su época con las Vaqueras, que duró tres temporadas, Hernández dio a su equipo lo mejor en materiales y ayuda profesional. Pagó una campaña de promoción del equipo y colocó televisores de pantalla plana en los camerinos de la cancha Pepín Cestero, donde jugaba el sexteto.
Esa inversión fue pionera, incluso para franquicias de deportes más conocidos en Puerto Rico. Y también compró un uniforme de práctica para las Vaqueras, además de los uniformes de juego como local y visitante.
Y como parte de la Junta Directiva de la Federación Puertorriqueña de Voleibol, Hernández obsequió en 2006 un iPod a cada una de las integrantes de la Selección Nacional, dijo el entonces presidente federativo, Carlos Beltrán.
Tarde en el 2008, Hernández dejó sus funciones como apoderado y miembro de la Federación tras venderle la franquicia a Peter Rivera, quien es, además de promotor de boxeo, apoderado de los Vaqueros en el baloncesto superior.

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