Los buques, las noticias y los gobernantes
Las corporaciones mediáticas bombardean a las naciones enemigas como los buques de guerra. Sitian una ciudad, un país, y lanzan sus misiles en ciclos de mayor o menor intensidad. Apoyan a los buques, los anteceden, porque los militares solo desembarcan si los lectores-espectadores han sido convencidos de lo malo que son los que deben morir. Las naciones enemigas son aquellas que no acatan las leyes que imponen los dueños de las trasnacionales que fabrican los buques de guerra y financian los medios de desinformación. Pero ni los medios, ni los buques, son todopoderosos: hay pueblos que saben defenderse. Los cubanos vivimos bajo sitio desde 1959: económico y mediático. Los buques no han podido desembarcar, porque los medios no han podido desvirtuar nuestras razones, ni mermar el apoyo interno y externo a la Revolución.
Cuando el país avanza, sobreviene un ciclo de bombardeos mediáticos. No quieren que se desdibuje la imagen trabajosamente construida de que Cuba no es un estado de derecho. Cuba, claro, no es un estado de derecho "burgués", sino socialista, por voluntad de su pueblo expresada en las urnas. Después del exitoso Congreso partidista en el país —precedido por una masiva discusión popular, única en el mundo, de los temas que se analizarían en él, que provocó la modificación del 68 % de los lineamientos propuestos—, las corporaciones mediáticas deben rectificar cualquier indicio de duda razonable sobre la existencia de una democracia cubana, diferente y superior a la de los agresores.
Los misiles ahora divulgan una mentira: un hombre ha muerto como resultado de las golpizas recibidas por la policía. No será verdad, pero es verosímil: es algo que sucede en muchos países de la culta Europa y en Estados Unidos. Las trasnacionales no necesitan saber la verdad, porque no se proponen difundirla; caramba, se trata de bombardeos de "contención" para que los lectores no sepan la verdad. Los gobiernos que los dueños de las trasnacionales eligen en el mundo "libre" —ellos, por cierto, sí conocen la trama interior de cada mentira—, se muestran consternados. El Gobierno alemán, por ejemplo, siente la irreprimible necesidad de expresar su decepción: "La información sobre los maltratos que sufrió Soto por parte de las fuerzas del orden cubanas contradicen la esperanza (de) que se produciría una mejora en el respeto a los Derechos Humanos en la Isla", dice un comunicado que firma el viceministro de Relaciones Exteriores.
Es evidente, digo yo, la relación que existe entre las trasnacionales que fabrican buques de guerra, las que fabrican noticias y las que fabrican gobernantes. De lo contrario, ¿cómo entender que un buque de la OTAN deje morir de hambre y de sed, en alta mar, a 61 inmigrantes etíopes, eritreos, nigerianos, sudaneses y ghaneses, entre los que había mujeres y niños, y las trasnacionales de la desinformación en lugar de gritar la noticia, la susurren apenas, y los gobernantes europeos y norteamericanos guarden discreto silencio?, ¿por qué la investigación periodística difundida por The Guardian —esta vez sí, haciéndole honor a la profesión—, no provoca el escándalo y la decepción de los gobiernos europeos?, ¿por qué el Gobierno alemán emite un comunicado que condena a Cuba y no a la Unión Europea?, ¿por qué no cuestiona el respeto a los derechos humanos en "la casa común"? El presidente del Parlamento Europeo se suma a la campaña, como si no tuviese asuntos propios que atender. No es que los cubanos valgamos más que los africanos: todos los habitantes del Tercer Mundo somos desechables para las trasnacionales y sus dueños, y para los gobernantes que las sirven. Los misiles desinformativos no afectan a los cubanos, sino a los propios ciudadanos europeos y norteamericanos que se creen informados. Son instrumentos de manipulación política contra sus propios pueblos. Hay diferentes maneras de cometer crímenes, y los que fabrican armas, noticias y gobernantes, son criminales de guerra.
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