Después de despedir el 29 de agosto a José Antonio Echeverría, tras la firma de la Carta de México, sin descansar un instante en su afiebrada actividad, aquella propia noche parte Fidel Castro de Ciudad de México en automóvil desde el pequeño apartamento de la calle Pachuca, casi esquina a Francisco Márquez, colonia Condesa. Lo acompañan Jesús Montané, Melba Hernández, Faustino Pérez, Rafael del Pino (traidor) e Inés Amor, a quien a última hora Fidel incluyó en el viaje no sin antes advertirle Melba que de aquello no puede decir ni una palabra. Su objetivo es efectuar una entrevista con el ex presidente Carlos Prío Socarrás, como continuación de su empeño con vistas a aunar esfuerzos con distintas organizaciones insurreccionales en la lucha contra la tiranía. Pero, sobre todo, obtener los fondos necesarios para cumplir el compromiso contraído con el pueblo de iniciar la insurrección armada en Cuba antes de que finalice el año.
Los detalles de la entrevista fueron acordados desde días antes en México a través de Carlos Maristany y Juan Manuel Márquez, quien se encuentra hace ya varias semanas en Miami. Por entonces a Fidel no le es permitido abandonar el territorio mexicano, pues su pasaporte quedó retenido en la Secretaría de Gobernación después de su detención. Tampoco a Prío le es permitido salir de territorio norteamericano, por estar involucrado en un caso de contrabando de armas. Ante el dilema, Fidel accede a celebrar el encuentro en un hotel de la ciudad de Mc Allen, Texas, muy próxima a la frontera mexicana, la que cruzará subrepticiamente con la colaboración del ingeniero mexicano Alfonso Gutiérrez, Fofó.
Según lo acordado, Juan Manuel Márquez parte desde Miami con Prío en un auto hasta el punto de reunión. Por su parte, Carlos Maristany se traslada por carretera desde la capital mexicana hasta Laredo, Texas, y luego pasa a Mc Allen, donde aguarda en el hotel señalado para la entrevista.
El recorrido inicial del auto en el que viajan Fidel y sus compañeros debe tomar por la carretera que conduce a la ciudad de Pachuca, capital del estado de Hidalgo, distante unos 98 kilómetros de la capital mexicana, un camino montañoso y difícil que obliga a reducir la velocidad del auto a no más de 40 kilómetros por hora. Luego de unas seis horas bordeando montañas, llegan a la entrada de la ciudad, donde la estatua del cura rebelde da la bienvenida a los viajeros. Se detienen en un restaurante para comer algo, pero algunos como Faustino no prueban nada por lo picante de la comida. Luego siguen camino hasta Tamazunchale, en el estado de San Luis Potosí, por una carretera también difícil y montañosa. Inés recuerda que Fidel duerme durante el viaje y en un momento Montané sustituye a Del Pino en el timón, hasta que Montané cae en un bache muy grande y vuelve Del Pino a conducir.
El auto avanza despacio por aquella carretera bordeando las montañas. El recorrido continúa esa madrugada por Ciudad Valles, en el estado de San Luis Potosí. En un punto del camino, ya al amanecer del 31 de agosto, se detienen un momento en una casa campesina cerca de la carretera para estirar las piernas y luego seguir viaje. Fidel entonces toma el timón hasta las 11:00 de la mañana, que paran en un pequeño pueblito donde Melba le compra algunas ropas para que pueda cambiarse después que pase el río.
Durante el trayecto, Melba preocupada insiste a Fidel en lo riesgoso de atravesar a nado el río Bravo, como se propone.
Toda esa mañana el auto continúa camino, hasta llegar en las primeras horas de la tarde a la ciudad de Montemorelos, estado de Nuevo León, a unas 50 millas al sur de Monterrey. Se detienen para almorzar en el hotel Kasino y después Fidel, Faustino y Rafael del Pino se separan del grupo, para trasladarse a la ciudad de Reynosa, estado de Tamaulipas, donde aguardan toda la noche para hacer el cruce de la frontera al día siguiente.
Por su parte Montané, Melba e Inés Amor, al no encontrar alojamiento en el motel de Montemorelos debido a una convención que allí se celebra, se ven obligados a trasladarse aquella tarde en el mismo auto, conducido por Montané, a la ciudad de Monterrey, donde se alojan en un pequeño hotel.
HAY UN SOLO CAMINO
En las primeras horas de la mañana del sábado 1ro. de septiembre, cuando un cable de la United Press fechado en México da a conocer el reciente acuerdo firmado por el Movimiento 26 de Julio y la Federación Estudiantil Universitaria, conocido como la Carta de México, Fidel Castro sale de la ciudad de Reynosa y se dispone a cruzar el río Bravo, que sirve de límite fronterizo con el estado norteamericano de Texas, para sostener la proyectada entrevista con el ex presidente Carlos Prío Socarrás.
El cruce ha sido cuidadosamente preparado. Algunos amigos del ingeniero mexicano Alfonso Gutiérrez, Fofó, lo acompañan en un jeep hasta un determinado punto, donde montan a caballo hasta llegar a un recodo en la margen del río, desde donde Fidel se lanza al agua y comienza a nadar en dirección a la orilla opuesta. Allí lo esperan otros colaboradores, quienes le entregan ropas secas y lo conducen hasta el lugar donde se celebrará la entrevista. Esa mañana bien temprano, Faustino Pérez y Rafael del Pino cruzan en auto sin dificultad el puente que une los puestos fronterizos. En sus pasaportes aparece registrada, con fecha 1ro. de septiembre, el cuño de su admisión en Hidalgo, Texas.
Por supuesto, una profunda molestia causa a Fidel aceptar tal encuentro con Prío, pues desde años atrás han sido acérrimos enemigos políticos. Pero para cumplir la promesa al pueblo de que en 1956 iniciaría la insurrección en Cuba el líder revolucionario necesita con toda urgencia el dinero para comprar las últimas armas, adquirir la embarcación para la expedición y finalmente preparar la salida. Lo obligan las circunstancias, por mucho que personalmente le duela y humille. Dicho encuentro, además, podría significar de cierta manera un compromiso, pero no tiene en esos instantes otra opción.
Años después, Fidel Castro alude de manera excepcional a tal encuentro, como "una amarga experiencia" de su vida revolucionaria. Se le presentaba una situación verdaderamente crítica, después de las detenciones y la ocupación de las armas, lo cual causó cierta decepción y provocó incluso que hasta la recaudación económica decayera. La consigna enarbolada (NR: En 1956 seremos libres o mártires) estaba en peligro de cumplirse e incluso hasta la posibilidad real de la expedición. Pero Prío, entre otras cosas, deseaba ofrecerle los fondos con el propósito de humillarlo, pues siempre el líder revolucionario sostuvo la idea de que con el dinero robado a la República no se podía hacer revolución y que a las puertas de los malversadores tocarían solo después del triunfo. Y resulta profundamente amargo para Fidel tener que convertirse en un humilde indocumentado más, cruzar a nado la frontera con los Estados Unidos y entrevistarse con Prío para aceptar su ayuda.
El punto de reunión es el hotel Royal Palm, en la cercana ciudad norteamericana de Mc Allen, donde se efectuará la entrevista. Hacia allí se dirige Fidel en automóvil, hizo su entrada en el lobby vestido con la apariencia de un ingeniero petrolero y un sombrero Stetson tejano, donde lo esperan Faustino Pérez y Rafael del Pino. Carlos Maristany también lo aguarda en el lobby del hotel y lo conduce hasta la habitación No. 21, donde lo espera el expresidente Carlos Prío Socarrás, acompañado por Juan Manuel Márquez.
Fidel y Prío se saludan cordialmente en la habitación y comienzan las conversaciones, sin hurgar mucho en el pasado. En la primera parte del encuentro participan, además, Juan Manuel Márquez y Carlos Maristany. Según relata Maristany, se abordó la situación de Cuba y los detalles de la expedición. Luego en la tarde, se incorporó Faustino y continuaron conversando.
Fidel camina impaciente de un lado a otro de la habitación, explicando con entusiasmo sus planes insurreccionales y rebatiendo con energía los puntos de vista de sus interlocutores. Entre otros temas, se discute el asunto de la conspiración militar, pues ya Prío está en contacto con algunos oficiales. Pero Fidel no acepta ninguna transacción con el ejército. Recuerda Faustino que en aquella ocasión incluso Fidel invita a Prío a incorporarse a la expedición, pero este se disculpa, aduciendo que organiza otra, y se habla de su aporte económico.
Luego de asegurar Prío que coordinará sus acciones con el desembarco, Fidel se compromete finalmente a notificarle la fecha de la partida de la expedición. El ex presidente se compromete a su vez entregar a Fidel los 50 000 dólares pedidos como préstamo para la expedición. Sin embargo, la entrega de dicha suma no se efectuará en ese momento, sino posteriormente. La entrevista concluye ya de noche.
Juan Manuel Márquez permanecerá en los Estados Unidos, junto con Prío y Maristany, para después dirigirse a la ciudad de Miami, con el propósito de recoger el dinero que este se comprometió a entregar, imprescindible para los preparativos de la expedición.
Pero la cantidad ofrecida no le será entregada de una sola vez, sino en diferentes partidas. El mexicano Antonio del Conde, el Cuate, recuerda que Juan Manuel Márquez le pidió que viajara a Miami y se hospedara en un hotel barato en la parte baja de la ciudad, donde debía registrarse con un supuesto nombre, hasta que hiciera contacto con él. Al cabo de varios días, lo recogió Juan Manuel en el hotel y, simulando ser el capitán del barco de la expedición, lo llevó a la casa de Prío. Después de algunas preguntas, Prío le entregó 20 000 dólares, los que a la salida entregó a Juan Manuel. Pocos días después, partía Juan Manuel de regreso a Ciudad de México con la suma obtenida.
Esa noche Fidel, acompañado de Faustino Pérez y Rafael del Pino, regresa a territorio mexicano, esta vez todos juntos por el puente que une ambos puestos fronterizos, debido a no existir control en el retorno.
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