martes, 8 de febrero de 2011

El sueño de Narcisso





Desde Haití
El sueño de Narcisso

JUAN DIEGO NUSA PEÑALVER enviado especial

No he podido sacarme de encima el dolor de Haití y mucho menos al llegar a La Gonave, la mayor de las islas pertenecientes a este país junto con La Tortuga, Vaches, el archipiélago de las Cayemites y otros pequeños islotes.


El doctor Jean Mary Narcisso, graduado de la ELAM, examina con el doctor Lorenzo Somarriba, jefe de la Brigada Médica cubana, algunos de los aspectos de la atención sanitaria a los pobladores de La Gonave.

Utilizada como base pirata en su época y situada en el fondo del golfo de Gonave, está compuesta sobre todo de roca caliza (de ahí su primer nombre de Guanabo, que en lengua aborigen significa isla de piedra) sobre un área total de 743 kilómetros cuadrados, en los cuales mal vive la mayoría de sus 100 000 habitantes.

Deforestada, con sus playas vírgenes de arenas blancas contaminadas en alto grado por desechos sólidos traídos por la marea alta desde la costa haitiana, la isla es, sobre todo, estéril y montañosa, donde casi no llueve y la falta de agua es un martirio sempiterno.

Oprime el alma ver en sus infortunados poblados niños descalzos, sin escuelas y llenos de parásitos, desvalidos ancianos solitarios, adultos desempleados, trabajando como bestias de cargas en las marché (mercados informales)... Es, a no dudarlo, una precaria existencia "sin el mañana".

En medio de tanto pesimismo llena de optimismo conocer cómo piensa Jean Mary Narcisso, un haitiano graduado de la primera promoción de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) de La Habana y nacido en esta afligida isla, que dice no abandonará nunca. "Aquí yo me muero", afirma, y "que sí se puede" hacer algo por su tierra.

Tras egresar de la ELAM el 20 de agosto del 2005, regresó "porque yo me gradué con el objetivo de sanar las dolencias de mi pueblo natal", me dice Narcisso, quien ayudado por sus hermanos logró construir una casa-consultorio, donde ofrece gratuitamente consultas médicas (atiende un promedio de 100 pacientes en agotadoras jornadas diarias) en la urbe cabecera de La Gonave, Anse á Galets, parecida a uno de esos pueblitos fantasmales, polvorientos, sin calles ni luz eléctrica, descritos en la novelística de Gabriel García Márquez.

La atención médica es sumamente insuficiente en ese aguijoneado pedazo de Haití, como en todo el país, y en Anse á Galets para calmar tanto sufrimiento solo cuentan con siete médicos, incluido él y su compatriota Lager Wadner, de la segunda promoción de la ELAM, "el resto son de organizaciones religiosas y no gubernamentales".

Unido sentimentalmente con Elierci Ramírez Beltrán, una ingeniera civil del barrio de Sevilla, en Santiago de Cuba, unión de la que nació en la Ciudad Heroína la hermosa Elsy, de seis añitos, Narcisso tiene ahora un caro sueño: que en Anse á Galets se construya un hospital de referencia comunitaria como los que el Proyecto Cuba-Venezuela levanta en las zonas más excluidas de la Patria de Toussaint-Louverture para darle un poco de sosiego y tranquilidad al inquebrantable ánimo de los haitianos.

Por lo pronto, y ante los estragos del cólera en La Gonave, la dirección de la Brigada Médica cubana decidió abrir un centro de tratamiento de la terrible enfermedad en el poblado de pescadores de La Source, atendido por 15 cooperantes cubanos, entre galenos, enfermeros y otro personal, que día a día lucha contra ese mal y otros padecimientos no menos inquietantes como la malaria, la fiebre tifoidea o las infecciones de la piel.

Los ojos de este joven médico, de 37 años, se encienden cuando se refiere a Fidel.

"Le agradezco mucho a nuestro Comandante en Jefe, porque si no hubiera sido por él yo no habría llegado a ser médico. Pido salud para él por haberme dado la oportunidad de ayudar a mi pueblo en lo que más lo necesita".

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