martes, 16 de junio de 2009
Los salva de la carcel las camaras de seguridad
Los salva de la cárcel las cámaras de seguridad
Los hermanos dominicanos estaban acusados de un delito que no cometieron
Por peludencia.blogspot.com
NUEVA YORK — Cuando agentes encubiertos arrestaron a José y Máximo Colón por vender cocaína en un tugurio de Queens el año pasado, cometieron un grave error: los hermanos dominicanos no habían hecho nada malo.
Pero proclamar su inocencia no iba a ser suficiente para los hermanos, tenían que tener pruebas.
“Estaba en la cárcel y me puse a pensar... ¿Cómo puedo demostrarlo? ¿Qué puedo hacer?”, dijo en una entrevista reciente José, de 24 años. Recordó que mirando las paredes de su celda le vino la respuesta: las cámaras de seguridad. Desde entonces, el vídeo de una cámara del club ha eximido a los hermanos de una pena de cárcel, ha llevado al arresto de dos policías y ha engendrado una demanda multimillonaria.
Los oficiales, que el 26 de junio deben volver a comparecer ante un tribunal, se han declarado inocentes, y el Departamento de Policía de Nueva York le ha restado importancia al caso.
Pero no es la primera vez que esto ocurre.
El 13 de mayo, otro policía en Nueva York fue arrestado por irrumpir en un apartamento de Manhattan con la intención de robarse $900,000 provenientes de ventas de drogas. En otro caso, según el expediente, unos policías de Brooklyn en el 2007 intentaron usar drogas para recompensar a un informante y en el Bronx, una detective está acusada de mentir sobre un arresto por drogas luego que las imágenes de una cámara de vigilancia refutaran su versión.
En Filadelfia el mes pasado, las autoridades revocaron los cargos de posesión y tráfico de drogas y armas contra un hombre luego que un oficial antinarcóticos fue acusado de colocar información falsa al pedir una orden de allanamiento.
Las revelaciones han provocado la apertura de investigaciones policiales, el traslado de algunos agentes y la revisión de decenas de arrestos realizados por los policías señalados. Muchos acusados han salido exonerados; otros han logrado condenas menos severas.
Las irregularidades “van al corazón mismo de nuestro sistema judicial y perjudican la confianza del público en nuestros tribunales”, declaró el vicefiscal del Bronx, Robert Johnson.
A pesar de las repercusiones, las autoridades insisten en que se trató de una aberración y señalan que todos los días la policía realiza cientos de arrestos por drogas que son refrendados por los tribunales.
Peter Moskos, profesor de derecho en la Universidad John Jay College, coincide en que probablemente la mayoría de los policías antinarcóticos son honestos, pero cree aun así que siempre habrá policías tentados de usar pruebas falsas para atrapar a un sospechoso al que consideran culpable de todos modos.
“Las drogas son algo sucio”, comenta Moskos. “Y muchas veces uno termina apelando a las reglas de juego de los delincuentes”.
De eso se trató el caso de los hermanos Colón.
Hermanos Colón
La noche empezó como cualquier otra.
Un amigo de Max trabajaba en una bodega cerca de Delicias de Mi Tierra, el club adonde solían ir para beber y jugar billar. Esa noche, la mesa de billar estaba cerrada así que se sentaron al bar. Había cámaras de seguridad a su alrededor.
Los hermanos no se movieron de sus asientos durante unos 90 minutos, incluso mientras agentes policiales encubiertos ingresaron al local y se confundían entre la clientela. Momentos después de la salida de los agentes, un escuadrón policial irrumpió en el local y se llevó a seis hombres, entre ellos a los dos hermanos.
Según un expediente firmado por “UC 13200” — el oficial Henry Tavárez — Tavárez le dijo a una persona del bar que quería comprar cocaína, la persona le señaló hacia Max, quien le pidió al oficial permiso para registrarlo para asegurarse de que no estaba llevando un micrófono.
Max, de 28 años, recibió $100 de Tavárez, según el documento. Añade que las bolsas de cocaína pasaron por las manos de tres hombres, entre ellos José, antes de llegar a él. José fue puesto en libertad; su hermano fue trasladado a la cárcel de Riker’s Island hasta que pagara la fianza.
“Tenía mucho miedo”, confiesa Max sobre su tiempo en Rikers. “Yo nunca busco problemas y de repente allí estoy en medio de tanto criminal”.
Otro caso en club Delicias
Apenas salió de la cárcel, José fue al club Delicias y pidió copia de las cintas de vídeo de las cámaras de seguridad del 4 de enero del 2008.
“Yo sabía que esa era la única manera de defenderme porque yo sabía que la policía no me iba a creer”, comentó.
El dueño de las Delicias encontró las cintas y juntos escudriñaron las imágenes de todo ese día.
José rápidamente le envió la grabación a la abogada Rochelle Berliner, quien una vez fue fiscal antinarcóticos. Ella quedó boquiabierta.
“Casi vomité”, declaró ella. “Porque yo procesé a entre 1,500 y 2,000 personas por drogas... y me puse a recordar, ‘¡Dios mío! Yo me creía todo lo que me decían’. Quizás hubo un par de veces en que algo me soñaba extraño. No es que quiera ser melodramática, pero realmente estaba indispuesta”.
Lo que la cinta demuestra es impactante: En ningún momento se ve a los policías entablando contacto con los hermanos, y los hermanos no parecen estar involucrados en ningún intercambio de estupefacientes. Lo más insólito es que otro par de cámaras afuera grabaron imágenes de los policías encubiertos literalmente bailando en la calle.
Berliner le entregó la cinta a la fiscalía local, que examinó la grabación minuciosamente para asegurarse de que no se tratara de una treta. En junio, el tribunal revocó todos los cargos contra los hermanos.
Seis meses después, el oficial Tavárez y el detective Stephen Anderson se declararon inocentes de tráfico de drogas y de otros cargos que sus abogados calificaron de excesivos.
El abogado de Anderson lo ha descrito como un detective experimentado que no tendría razón de realizar un arresto indebido. Tavárez, según su defensor, era un novato que sólo hacía de acompañante en esta misión.
Cambia su vida
Para Max y José, la vida cayó en picada después del arresto.
Eran dueños de una tienda de enseres en el barrio de inmigrantes Jackson Heights, pero perdieron su licencia de vender tabaco, alcohol y boletos de lotería. La tienda cerró una semana antes de que su caso fuera derogado.
“Mi vida cambió completamente”, dijo José. “Antes yo tenía una vida digna... ahora no puedo ni vivir en mi propia casa, ni mantener a mi familia”.
José consiguió trabajo en la construcción, mientras Max tarda dos horas yendo y viniendo a Filadelfia como empleado de una bodega de un familiar. Se mantienen lejos del antiguo barrio debido a la mala fama que tienen allí.
Los hermanos han entablado una demanda contra el departamento de policía, exigiendo 10 millones de dólares en compensación.
“Estoy furioso porque no sé por qué me ocurrió a mí”, dice Max. “Tanta gente haciendo maldades y no les pasa nada, y yo tratando de hacer las cosas bien y me pasa esto. Estoy molesto con la vida”.
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