Najibullah Zazi -derecha- compró en grandes cantidades los químicos necesarios para fabricar bombas caseras y detonarlas en el corazón de sistemas de transporte colectivo.
Zazi y su diabólico complot
El afgano residente en EE.UU. urdió un siniestro plan terrorista
Najibullah Zazi -derecha- compró en grandes cantidades los químicos necesarios para fabricar bombas caseras y detonarlas en el corazón de sistemas de transporte colectivo.
Por peludencia.blogspot.com
WASHINGTON - Desde los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, altos funcionarios gubernamentales han anunciado docenas de casos de terrorismo que, después de ser examinados con más detención, parecieron menguar como amenazas legítimas. Las pruebas que se han acumulado contra un conductor de pasajeros del aeropuerto de Denver sugieren que él quizás sea diferente, y algunos investigadores califican su caso como el más serio en años.
Documentos radicados en Brooklyn contra el chofer, Najibullah Zazi, afirman que él compró en grandes cantidades los químicos necesarios para fabricar una bomba -peróxido de hidrógeno, acetona y ácido clorhídrico- y al hacerlo, Zazi dio un paso decisivo, algo que hicieron sólo un número reducido de otros sospechosos de terrorismo.
Si hay que creer al Gobierno, Zazi, un inmigrante legal de Afganistán, se había preparado cuidadosamente para un atentado terrorista. Él asistió a un campo de entrenamiento de Al Qaeda en Pakistán, recibió entrenamiento en explosivos y almacenó en su computadora nueve páginas de instrucciones para fabricar bombas con la misma clase de químicos que había comprado.
A pesar de que muchos hechos aún se desconocen, solamente estas alegaciones distinguirían a Zazi de casi todos los otros acusados en casos de terrorismo en Estados Unidos en años recientes. Con frecuencia, los anteriores sospechosos aparecieron como hombres jóvenes enfurecidos, inflamados por la retórica de Osama bin Laden o sus socios. Algunos eran serios en su propósito. Algunos de ellos parecían estar descontentos, sin la organización, las destrezas técnicas y el financiamiento para poder llegar a ser algo más que una amenaza. En algunos casos, estos sujetos parecían estar influenciados por informantes, o agentes encubiertos que les prometían proveerles las armas o incluso hacer parte de la planificación.
El caso Zazi, “en realidad se ve como el caso sobre el cual el gobierno se mantuvo diciendo que lo tenía, pero que nunca lo tuvo”, dijo Karen J. Greenberg, directora ejecutiva del Centro sobre Ley y Seguridad, de la escuela de derecho de la Universidad de New York.
Su centro ha estudiado todos los procesamientos por crímenes relacionados con terrorismo desde 2001, y ella dijo que muchos han resultado ser “casos de terrorismo de fantasía”, en los que la amenaza pareció ser moderada o incluso inexistente.
Esta vez, dijo ella, “los ingredientes aquí son bastante atemorizantes”, y las declaraciones del gobierno no han revestido la ampulosidad y exageración que han acompañado algunos anuncios de arrestos previos.
De gran potencial letal
Jarret Brachman, autor de Global Jihadism y asesor del gobierno sobre terrorismo, dijo que algunos detalles -como las personas que entrenaron a Zazi en Pakistán- se desconocen todavía. Pero dijo que “este caso tiene una configuración que lo convierte en uno de los complots terroristas más serios desarrollados en Estados Unidos”, uno que se parece a los ataques al sistema de transportación público de Londres en julio de 2005.
“Uno no elabora explosivos TATP de fabricación casera a menos que uno quiera matar a personas y destruir infraestructura”, dijo el doctor Brachman, usando la abreviación para la combinación de químicos que dijo que estuvieron envueltos en el complot de Zazi.
En algunas investigaciones anteriores, los funcionarios federales se fijaron en lo que era visto ampliamente como casos marginales, en un aparente esfuerzo por mostrar resultados y justificar los pasos agresivos que se están siguiendo en la campaña contra el terrorismo.
Como resultado, las personas dentro y fuera del gobierno se han vuelto cada vez más sospechosas acerca de las afirmaciones del grave daño planteado por cualquier grupo particular de acusados.
En agosto, por ejemplo, William Webb, un magistrado federal de Carolina del Norte, ordenó a Daniel P. Boyd, un militante antigubernamental, y a otros varios hombres que fuesen detenidos por cargos de terrorismo.
Pero el juez expresó escepticismo en corte cuando los fiscales afirmaron que, al hablar sobre “ir a la playa”, un acusado quería decir que había intentado envolverse en actos violentos en ultramar.
Pero, incluso casos que parecen insignificantes pueden ser más complejos. Por ejemplo, el jueves, Boyd y otros dos detenidos fueron acusados de crímenes adicionales: llevar a cabo reconocimiento de la base de Infantes de Marina en Quantico, Virginia, y obtener municiones para penetrar equipo blindado con la intención de atacar a estadounidenses, decían los documentos judiciales.
Hasta en el caso de Zazi, veteranos investigadores de contraterrorismo que consideran esto como significativo, reconocieron que hechos importantes siguen siendo desconocidos. No está claro si Zazi había escogido un objetivo o una fecha para el acto terrorista o había reclutado a otros para que lo ayudaran.
Además, no se comprende plenamente si él había construido una bomba operacional, dijeron funcionarios que informaron del caso. Tampoco se sabe por qué, después de practicar con recetas explosivas en Colorado, Zazi viajó en auto hasta Nueva York sin químicos o equipo, dijeron los funcionarios.
Algunos de los primeros agentes terroristas arrestados después de los ataques de 2001 tenían nexos directos no sólo con Al Qaeda, sino con Khalid Shaikh Mohammed, el principal organizador del 11 de septiembre.
Pero en años recientes, frustrados complots anunciados con bombos y platillos en Washington a veces han envuelto a personas que apenas parecían capaces de organizar un ataque importante.
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