miércoles, 3 de junio de 2009
" Hoy me siento al borde del abismo "
“Hoy me siento al borde del abismo...”
Mientras decenas de vidas acabaron a bordo del Airbus A330, otras se salvaron milagrosamente al perder el vuelo.
Un militar francés mientras oteaba ayer las aguas del Atlántico en busca de vestigios del Airbus A330-200.
El País / España
Madrid - La tragedia del vuelo de Air Frace AF447 -que se estrelló en el océano Atlántico con 228 personas a bordo, en ruta de Río de Janeiro a París- comenzó a revelar las historias particulares de algunos de sus pasajeros, cuyas vidas fueron segadas por causas de las que todavía no se tiene ninguna certeza.
Una consultora catalana que disfrutó de su viaje de novios en Brasil y un ingeniero sevillano empleado en el sector petrolífero en desplazamiento de trabajo fueron los dos españoles que viajaban a bordo del Airbus A330.
Anna Negra, de 28 años y familiar de la saga Raventós que levantó el negocio del cava en la comarca del Penedés, vivía desde hace dos años y medio en Dubai.
Allí se trasladó con su pareja, Javier Álvarez, a quien conoció en Barcelona y con quien se casó el pasado 6 de mayo en las cavas familiares.
La pareja viajó después del enlace a Brasil para disfrutar de un viaje de novios de tres semanas, según amigos y familiares. Los recién casados se despidieron en el aeropuerto de Río de Janeiro, donde cada uno iba a tomar un vuelo distinto. Él debía regresar a Dubai a trabajar. Ella tenía unos días más de vacaciones y había decidido disfrutarlos con su familia en Cataluña, deseo que frustró la catástrofe del vuelo AF447.
Los amigos del matrimonio que viven en el emirato del Golfo Pérsico se movilizaron para acompañar a Javier Álvarez. Querían ser los primeros en darle la noticia y por eso dos de ellos se trasladaron al aeropuerto para esperarlo a la llegada de su vuelo.
La familia de Andrés Suárez Montes, por su parte, se reunió en Sevilla, conmocionada. “Es un chico inteligente al máximo, trabajador. Terminó la carrera de ingeniero un año antes de lo que corresponde e hizo un master en Suiza”, contó su tía entre lágrimas acompañada por la madre y el hermano de Andrés. “Estamos todos juntos, así al menos nos acompañamos”, dijo la tía.
Andrés tenía 38 años, estaba casado y sin hijos, y vivía en Caracas con su mujer venezolana. Tomó el avión para irse a vivir a París. “La compañía petrolífera lo destinó a Francia para que trabajara en Europa. Iba a estar más cerca de casa”, comenta su tía entre la desesperación y el abatimiento.
Asimismo, una de las azafatas del vuelo de Air France 447 tenía la doble nacionalidad española y argentina, confirmó el Consulado Argentino en la capital francesa. Se trata de una azafata nacida en Málaga hace 32 años de padres argentinos, por lo que tenía la doble nacionalidad.
vuelve a nacer
En el aeropuerto internacional de Río de Janeiro Antonio Carlos Jobim, donde tanta gente lloraba por la muerte de 58 ciudadanos brasileños a bordo del Airbus 330, el brasileño de 39 años Gustavo Ciriaco, respiraba hondo. Su historia la relataba su hermano Bernardo en la zona de embarque.
Se había producido uno de esos habituales enfrentamientos entre pasajeros y empleados de las compañías aéreas. Gustavo tenía un asiento confirmado en el vuelo de Air France Río-París que iba a despegar a las 16:20 desde la ciudad brasileña. Pero cuando fue a facturar su equipaje le comunicaron que su reserva constaba en el otro vuelo que la compañía francesa tenía previsto para las 19:00.
Gustavo no aceptó el cambio de horarios e insistió en embarcar en la aeronave para la que había comprado su billete. Tras una tensa discusión con el personal de tierra, la compañía aérea cedió y Gustavo acabó embarcando en el vuelo que despegó dos horas y cuarenta minutos antes que el avión accidentado.
Dos horas y cuarenta minutos que separaron a Gustavo de la muerte y que probablemente llevará grabadas a fuego el resto de sus días. “Cuando supe del accidente, no tenía claro si mi hermano había o no embarcado en el vuelo de las 19:00. Esta mañana mandé un mail a Air France y otro a mi hermano para saber si había llegado a su destino. Después me vine rezando al aeropuerto. Por suerte había salido en el otro vuelo”, explicaba visiblemente emocionado el hermano mayor del afortunado.
Lo salvan las escalas
La misma suerte corrió Rodrigo N. tras un rocambolesco viaje que le obligó a hacer varias escalas desde su Macapá natal, en el extremo nordeste de Brasil, antes de llegar a Río para embarcar en un avión que acabó perdiendo. Los atrasos en esas escalas provocaron que Rodrigo no llegara a tiempo a su conexión con el vuelo 447 de Air France.
El lunes vagaba por el aeropuerto de Río, con el gesto de quien aún no cree lo que está viviendo y el papel cuarteado de su reserva en la mano. “Me acabo de enterar de que el avión se ha caído y hoy me siento al borde del abismo. Me inunda una sensación extraña, como de pánico y alivio”.
Más aliviada estará probablemente su madre, residente en Francia, que fue quien le compró el billete para ir a visitarla en sus vacaciones anuales. Gustavo y Rodrigo son la cara más agradecida de la tragedia que golpeó a ambos lados del Atlántico.
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