sábado, 30 de mayo de 2009

La miseria se instala en franja de gaza





















La miseria se instala en la franja de Gaza
Su millón y medio de habitantes viven en la desesperanza


Suad Khadir a la entrada del miserable campamento en Gaza donde vive con su familia desde el conflicto de enero pasado.
Por peludencia.blogspot.com/ York Times
GAZA - Decenas de familias siguen viviendo en tiendas de campaña en medio de edificios derrumbados y tuberías oxidadas. Con los materiales de construcción prohibidos, algunos están construyendo casas de adobe. Todo menos la comida y la medicina ha de ser objeto de tráfico a través de los túneles del desierto de Egipto. Entre los artículos que más busca la gente está un adictivo analgésico usado para combatir la depresión.
Cuatro meses después de que Israel libró una guerra aquí para detener los cohetes de Hamás y dos años después de que este grupo tomó el control total de esta franja costera, Gaza es como una isla a la deriva.
Drenados desde fuera por un boicot de Israel y de Egipto y desde dentro por sus gobernantes islamistas, los 1.5 millones de personas viven aquí en un limbo y prácticamente sin esperanza.
“Inmediatamente después de la guerra, todo el mundo vino -periodistas, gobiernos extranjeros y entidades de beneficencia con promesas de ayuda”, dijo Hashem Dardona, de 47 y quien está desempleado. “Ahora, nadie viene”.





Pero con la presión de la administración Obama a Israel para que permita la entrada de materiales de reconstrucción y con la atención cada vez más centrada en las divisiones internas palestinas, Gaza pronto estará de vuelta en el centro de las negociaciones de paz en Oriente Medio.
Para muchos israelíes, Gaza es un símbolo de todo lo que está mal con la soberanía palestina, y algo que ellos ven como una oportunidad para que las fuerzas antiisraelíes, especialmente Irán, se coloquen a una distancia viable para alcance de sus proyectiles.
A menos de que se encuentre una manera de adherir de nuevo política y geográficamente a Gaza con West Bank -mientras se apagan los temores israelíes-, un estado palestino parece más lejos que nunca.
Gaza permanece en un estado de miseria que desafía cualquier categorización fácil. Está, por supuesto, sobrepoblada y pobre, pero mejor que casi toda y algunas zonas de Asia. No hay desnutrición aguda, y las tasas de mortalidad infantil comparan con las de Egipto y Jordania, según Mahmoud Daher, de la Organización Mundial de la Salud.
Esto se debe a que, aunque Israel y Egipto han cerrado las fronteras de los tres últimos años en un esfuerzo por asfixiar a Hamás, Israel ayuda diariamente con unos 100 camiones de alimentos y medicinas. Oficiales del ejército en Tel Aviv cuentan las calorías para evitar un desastre. Y el organismo de las Naciones Unidas para los refugiados palestinos mantiene escuelas y clínicas médicas de manera limpia y eficiente.
Pero hay muchos niveles de privación cerca de niveles catastróficos y en Gaza padece la mayoría de ellos. Carece por completo de una economía funcional, más allá del comercio y la agricultura básicos. La educación ha disminuido terriblemente y la atención médica sigue ese mismo patrón.
Frustración infinita
Hay aquí decenas de miles de personas educadas y ambiciosas: maestros, ingenieros, traductores y directores de empresa que no tienen nada que hacer, salvo vivir frustrados. No pueden ejercer su profesión y no pueden irse. Cobran algo del bienestar social y fuman en los cafés. Una encuesta de las Naciones Unidas muestra un alza en la violencia doméstica.
Algunas personas dicen que han comenzado a tomar una cápsula conocida como Tramal, el nombre comercial de un analgésico que aumenta el deseo sexual y da una sensación de control. Hamás ha amenazado con encarcelar a los que vendan o consuman el medicamento.
Sin embargo, las píldoras llegan -junto con ropa, muebles y cigarrillos-, por los centenares de túneles perforados a través del desierto en la frontera sur de la ciudad de Rafah por burdos empresarios que pagan las autoridades de Hamás de un impuesto sobre las mercancías.
Muchos están especialmente preocupados por los jóvenes. En un programa destinado a ayudar a aquellos que quedaron traumados por la guerra en enero, se les ofrece marcadores de colores para dibujar todo lo que quieran, dice Abu Farah Qasem, 20, una estudiante de traducción al inglés que trabaja como voluntaria en el programa.
“Suelen elegir sólo el negro y dibujan cosas como tanques”, dijo ella. “Y cuando les pedimos que dibujen algo que represente el futuro, dejan el papel en blanco”.

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